OBAMA, ¿UNA NUEVA FORMA?

Antes de ayer Barack Husein Obama tomó posesión del cargo de Presidente de los Estados Unidos de América. No voy a decir la más desarrollada, ni la más progresista, ni muchísimo menos la que de manera más sólida y garantista implanta un Estado Social, pero lo cierto es que la Constitución de EEUU de 1787 es la de la democracia más antigua de la historia contamporánea. La Carta Magna estadounidense cuenta con 7 artículos y 27 enmiendas. En los artículos sienta las bases orgánicas del Estado, partiendo de una organización de un Estado Federal y en las enmiendas está recogida la carta de Derechos de los ciudadanos de ese Estado. Barack Obama, en sus discursos, ha hecho multitud de menciones y de citas hacia los fundadores de los Estados Unidos, y hacia quienes redactaron el texto constitucional. Sus intervenciones, plagadas de los grandes fundamentos que debe regir un Estado Democrático y de Derecho han calado fuerte en la sociedad norteamericana. Quizá porque sabe hacer que las palabras suenen sinceras en millones de oídos hartos de discursos vacíos de contenido y de promesas incumplidas. Quizá porque su equipo ha sabido desarrollar con maestría una implacable campaña de marketing político. Quizá simplemente porque su predecesor en el cargo lo hizo demasiado mal. Pero lo cierto es que Obama ha sabido conectar con la sociedad americana en aquello que más necesitaba esta: ilusión por el cambio. Esperanza de que las cosas pueden ser diferentes. Y motivos para creer. El primer presidente afroamericano de la historia se ha metido en el bolsillo a la llamada clase media y ha querido convertir la elección del 44º presidente de los EEUU de América en una apuesta por la refundación del Estado entorno a los grandes principios e ideales que defendieron los fundadores. O así nos lo han vendido al menos. Innegable que Obama ha sabido transmitir esa ilusión allende las fronteras del imperio Yankee, y todos nos hemos ilusionado un poquito con su proclamación. No obstante todo ello, no podemos olvidar que Obama tiene 43 precedentes fatales que rodean de escepticismo los grandes conceptos y las grandes ideas que transmite. Visto lo que ha habido hasta ahora, con 43 Presidentes volcados en favorecer los intereses de los grandes lobbys económicos. 43 Jefes de Estado (del Estado más poderoso del Planeta) que han sido capaces de dejar a su pueblo sin un sistema digno de protección social, o sin una sanidad pública, y, sin embargo, han gastado tiempo, esfuerzo y billones de dólares en favorecer al rico y al poderoso aún en perjuicio del propio pueblo estadounidense, olvidándose de los grandes pilares sobre los que se sustenta la Constitución norteamericana. Todo ello es causa lógica y suficiente para que quienes somos testigos mudos, desde la otra orilla del charco, de este instante de la historia mundial contemporánea, veamos la elección de Obama con la ilusión de creer de que las cosas realmente pueden ser diferentes, pero con el lógico escepticismo generado por el comportamiento de los EEUU durante toda su historia. 100 días tiene el 44º para demostrar si puede llevar a cabo las ideas que han prendido la llama de la ilusión en millones de personas. De momento ha dado dos pasos muy significativos: la congelación de los sueldos de los altos cargos, y la orden inmediata de suspensión de los procesos pendientes de Guantánamo, con el objetivo de cerrar, espero que definitivamente, el penal de la vergüenza. 100 días en los que aguardaremos con espectación. Welcome Mr. Obama, and good luck.