La ciudad teniendo lugar
Cada día la vida bulle en la Vuelta del Castillo, en la Ciudadela y sus fosos: allí encontramos a corredores absortos en su tarea de batir al cronómetro o de batir la fuerza de la gravedad para no caer desplomados, a las cuadrillas de adolescentes a grito pelado disfrutando de un bello césped que todavía se puede pisar, a las parejas que dan buena cuenta de los recovecos múltiples que contienen las murallas y sus cuerpos, así como a los ancianos y menos ancianos sentados en los bancos contemplando el paisaje que todo lo anterior conforma. También están los futboleros, que van desde los audaces veteranos de algún equipo de Boscos hasta los nuevos repobladores de espacios públicos: los inmigrantes latino
americanos. Es cierto que en casos los tacos de sus botas dejan el césped hecho una birria, pero no hace falta más que mirar unos metros más allá de su zona de juego para comprobar las marcas del paso de decenas de atletas y que simplemente denotan que ese lugar tiene vida, se usa, se desgasta y con ello se construye. Aparte de eso, están quienes pasean los perros, quienes se llevan el ordenador para navegar por internet, quienes se llevan un libro para navegar por la imaginación, quienes dejan sus piernas colgando desde lo alto de las murallas y miran al infinito, quienes deciden retarlas y escalarlas, quienes lanzan las mazas al aire con la esperanza de perfeccionar su técnica. No podemos olvidar, en uno de los extremos de los fosos, el resonar de la pelota golpeando contra la pared y los gritos e improperios amistosos que se lanzan los contrincantes que interpretan su papel de enemigos mortales en el escenario del frontón. Pero, aún hay más. Desde hace algún tiempo, forman parte este paisaje las máquinas excavadoras y el "crisol de naciones" que compone una cuadrilla de albañiles. Son ellos los encargados de dejar las murallas de la ciudad como si fuesen nuevas. Ahora andan enfrascados entre baluartes, revellines y contraguardias. Parece ser que el frontón de los fosos se interpone en el objetivo rehabilitador. Muchas veces se ha oído hablar, a la hora de intervenir en la ciudad, acerca de la necesidad de combinar conservación y funcionalidad. Ejemplos
sobre las distintas formas de interpretar la funcionalidad los encontramos en varios momentos y lugares en esta ciudad. Uno de ellos es la perforación del flanco norte de la muralla para la instalación del ascensor de Descalzos. En esa ocasión se argumentó que la intervención supondría un beneficio por conectar dos zonas separadas por un fuerte desnivel. Sin embargo, si volvemos a los fosos parece que la interpretación sobre la funcionalidad cambia. Es cierto que cuando uno pasea entre las murallas, y entre toda la maraña de vida antes referida, se alegra de que las piedras se consoliden y no sean vencidas por una vegetación que se niega a quedarse "en su sitio". Pero debemos preguntarnos ¿por qué en este caso se pretende eliminar una instalación como el frontón inserta en ese conjunto histórico y la cual tiene un claro uso social? Mucho se ha denunciado el exceso de especialización de las ciudades, es decir, aquí se vive, allí se trabaja y más allá se compra y se va al cine. Cada actividad parecía tener su espacio y cada espacio estaba segregado de los demás. Hoy se aboga por la mezcla de funciones y de usos que permitan que la ciudad mantenga una actividad constante y variada. No obstante, me temo que con la rehabilitación de esta zona se busca también que sus usos cambien y que, de algún modo, vaya especializándose cada vez más. Nunca he dejado de ver a gente jugando en el frontón de los fosos. Antes a pala y a mano, ahora principalmente a frontenis. Y, como en las múltiples canchas de ecuavoley, son sobre todo los inmigrantes latinoamericanos los que le están devolviendo la vida. Su eliminación constituye un claro ejemplo de la conformación de un espacio público cada vez más pensado para ser contemplado y menos para ser practicado. Corremos el riesgo de que la Vuelta del Castillo, la Ciudadela o el resto de las murallas acaben por ser zonas especializadas destinadas únicamente al deleite de la vista. Sería bueno poder disfrutar de sus imágenes, pero también lo sería seguir apreciando las marcas en el suelo de los atletas, el ajetreo de los adolescentes, los gritos de los escaladores anunciando su última hazaña, el eco de la pelota golpeando en el frontón y tantas otras cosas. Sería bueno poder seguir disfrutando de la ciudad teniendo lugar.
Nunca he dejado de ver gente jugando en el frontón de los fosos, y son los inmigrantes los que le están devolviendo la vida
(argazkiak: Diario de Noticias eta Eduardo Buxens)
No hay comentarios:
Publicar un comentario